Primero me voy a poner de pie. Ahora os voy a hablar de un tiempo donde en la música no había otro parámetro para el éxito que no fuera el talento. Ni marketing, ni guapos ni feas, ni tetas de silicona por doquier. Hoy, aprovechando su reaparición sobre los escenarios tras 35 años os presento a la magnificente Kate Bush, el mito pelirrojo descubierto por uno de los mejores guitarristas de la historia David Gilmour (Pink Floyd). Un abusivo derroche de talento y dedicación envuelto en 50kilos de estética en todos los campos posibles. Una voz capaz de llegar a cuatro octavas, un cerebro capaz de componer poesía sin repelentes y un cuerpo capaz de danzar como lo deben hacer los ángeles, como podréis ver en el videoclip de una de sus mejores canciones que hoy os muestro: Running Up That Hill.

Ahora vuelve a dar conciertos, íntimos y cercanos, como merece. Vuelve Kate Bush, voy a sentarme.

«No me quieres hacer daño,
pero mira como de profundo yace la bala.
Inconscientemente te estoy destrozando,
hay truenos en nuestros corazones.

¿Hay tanto odio para los que amamos?»