-
Sobrevivir al Mantel de la Navidad
“Navidad es la época en la que todos quieren que se olvide su pasado y se recuerde su presente.”
Esta cita salió de los labios mal-pintado de Phyllis Diller, una de esas actrices mayores que nacieron con una boquilla de cigarrillos larga y negra. De esas señoras que parecen haber vivido algunos años y siglos de experiencias.
La Navidad es un gran momento para empezar de nuevo, y una mejor ocasión para comenzar peor que nunca. Muchos de nosotros nos hemos propuesto imposibles al finalizar estas fechas “En año nuevo me voy a poner en forma y voy a perder 30 kilos para verano”. Esta frase suele convertirse en un “En enero hace demasiado frío y además, aún queda mucho para el calor.” Como termina la historia ya lo sabemos. Yo lo sé, termina con otro año perdido donde nuestras promesas terminan con las costuras de nuestros vaqueros y agujerean nuestros cinturones.
Parece ser un bucle perpetuo.
¿Dónde está el error? En mi opinión, en los principales enemigos de la humanidad, las prisas y la impaciencia. Si la humanidad hubiera sido más paciente y no tuviera tanta prisa, los coches no superarían los 90 km/hora y no habría tantos accidentes. O por ejemplo el montaje del alunizaje no habría sido tan cutre. ¿Qué no fue un montaje? Qué malicioso soy.
Tendemos a marcarnos un objetivo siempre demasiado ambicioso, la ambición es buena en personas capaces y con mucha fuerza de voluntad. Si no creéis pertenecer a este grupo de privilegiados, aceptad vuestro potencial, y adaptaos a vuestro máximo, siempre digo que cuando se pide más de lo que uno puede dar, se emprende un tenebroso viaje hacia el fracaso. Si mi coche no pasa de 120, no pretenderé ir a 140.
Se acercan las grandes comilonas de Navidad, inevitables en cierto modo. Y, de hecho, no tenéis por qué intentar evitarlas, es el momento de compartir mesa con nuestras familias. Risas y bocados. Para una persona que se pasa un día entero cocinando, le llena de orgullo ver caras de satisfacción tras saborear los platos que tanta ilusión y esfuerzo han costado. No seáis desagradecidos. Comed, no hay nada que no pueda solucionarse después.
La clave está en ganarse esas comilonas, lo que no puede ser es que empecemos a comer como animales de granja día 23 de diciembre y terminemos de zampar el 7 de enero. Podéis hacerlo si no os importa ganar 6 kilos de grasa. Aspirantes a Papá Noel.
Un buen objetivo es terminar las fiestas con dos kilos más de vuestro peso actual, un peso que puede recuperarse en dos semanas tras las fiestas. Las calles de las grandes ciudades están repletas de luces y de megáfonos corales (menos en mi pueblo, maldita hosca Navidad manacorina), tal ambiente debería animarnos a pasear más de lo normal, caminar supone un gasto de 200-300 calorías por hora. Nunca el cardio será tan bucólico como ahora, aprovechad.
Recuerdo que cuando era pequeño, relacionaba la Nochebuena con la visita a los abuelos a la hora de cenar. Aún puedo oler el chocolate fundido que preparaba mi abuela, lo servía tan caliente que los cristales de su pequeña cocina se empeñaban. Un goloso empedernido casi no cenaría reservándose para tal postre. Nosotros deberíamos cenar fuerte de los pescados, carnes y mariscos típicos para no acabar sucumbiendo a los placeres sucios del azúcar. Sería el Grinch, el compadre del michelín. Recordad que incluso lo más dulce, en exceso, puede amargar. Y encima puede despertaros al día siguiente con un kilo más de remordimiento. Cuidado.
En fin amigos, la Navidad es para disfrutar, soy el primero que prohíbe a sus clientes obsesionarse con la dieta en estos felices días, de hecho no suelo pesar a la mayoría de ellos hasta la segunda semana de enero. Pero sed comedidos, moveos, comed con cabeza, id de compras a pie, cortad leña para la chimenea, fregad los platos, en definitiva, quemad esas futuras calorías venideras. Ganaos el Suchard.
PD: Para los que suelen arrepentirse: “Nunca es tarde para el arrepentimiento y la reparación.” Charles Dickens.